lunes, 24 de febrero de 2014

El amor es para los valientes.


Vi una película en la que el chico llevaba a la chica a la terraza que hay en lo alto del Empire State y le decía que mirara por uno de esos enormes prismáticos porque a través de ellos podría ver el futuro. Al asomarse, ella veía un anillo estratégicamente colocado delante de una perfecta estampa de Nueva York. Un romántico, sí. Creo que era Tom Cruise.
 
No vayan a creer que es necesario Tom Cruise o el Empire State para darse al romanticismo. Si nos ponemos ultras, nos quedamos sin amantes. Tampoco es eso, oigan. No hace falta ir por ahí dejando anillos de compromiso. Ni rondando por los balcones. Una vez me hablaron de un chico que montó una ruta por todos los lugares clave de su relación para que ella fuera encontrando notitas que la condujeran hasta él, o hasta el anillo, o hasta él con el anillo. De esa parte final no me acuerdo bien, pero vamos que la mantuvo de ruta. Y es bonito. Sí, vale. Pero vaya, no es imprescindible.

Tampoco hace falta irse de paseo por las nubes. Sólo hace falta ponerle valor. En contra de lo que los cobardes venden, el amor no es para los moñas, ni para los blanditos, ni para los tontos. El amor es para los valientes. Tampoco es para los santos. No hay que ser el más bueno. Ni si quiera el mejor. Sólo hay que tener coraje. Porque, señores, el amor cuesta. Cuesta arriba y cuesta abajo. Cuesta un ratazo. Cuesta tanto que a veces da ganas de romper cosas. O de matar. Madre mía, algunos días cuesta más que enfrentarse a un ejército de lunes por la mañana. A todos nos ha costado una noche en vela. O siete. O setenta. A veces te cuesta medio sueldo. Literalmente. A veces, el sueldo entero. A mucha gente le cuesta una hipoteca. Y hasta las vacaciones.
Y, sobre todo, lo que más cuesta es ponerlo por encima de todas las cosas. Porque, señores, es que todas las cosas son muchas cosas. Desde la temible rutina, hasta la seductora tentación, pasando por el aburrimiento, las emociones fuertes, la maleable voluntad, las amistades etílicas, hasta los descansos, los secretos compartidos, los por-una-vez y los nosotros-ya-no.
¿Ya no qué? Ya no vais por la calle de la mano. Ya no hay flores porque sí. Ni beso de buenos días. Ni de buenas noches. Ni cine los jueves. Ya no cierras la puerta del baño. Ni te arreglas para dar una vuelta. Ya no la esperas en su portal. Ni apareces por casualidad. Ya no inviertes más tiempo en ir y volver que en estar. Porque ya no merece la pena. Ni apetece demasiado. Ya no compartes paraguas. Porque ya no es práctico. Ya no hay tiempo para tonterías. Ya no perdemos el tiempo. Porque ya no hay tiempo que perder. Seamos serios, por favor. Ya no te cae un piropo ni por error. Y un, dos, tres, ofenda otra vez. El que la hace, la paga. Ley del talión. Y te das al ojo por ojo. No vayas a quedar por debajo, así de gratis. Y luego, se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Igual lo has matado también tú un poco. Y no estoy hablando de hacer corazones en San Valentín. Hablo de pequeños gestos que marcan la diferencia, y lo sabes…
 
Me hace mucha gracia esa doble tendencia que despierta San Valentín en la gente. Están los que se entregan al algodón de azúcar. Todo a su alrededor empalaga. Todo es muy rosa, muy de corazones, muy de amor, muy de tequieros y siempretequerrés. Y luego hay otra corriente de los odiadores profesionales. Odian San Valentín. Odian el amor. Odian los corazones. Odian a la gente enamorada. Hacen apología de su antisanvalentinismo y dejan claro por todos los rincones el ascazo que les da el amor y todos sus derivados. La alergia que les produce ver corazones, besos y campanitas. Lo mal que les parece que se celebre semejante día, onomástica de un santo mártir, de cuyo martirio, miren ustedes por dónde, se alegran.

Sí, sí, en serio se alegran. Y yo no sé muy bien qué pensar del Santo, pero Valentín, señores, viene del latín valens/valentis y significa valiente. Y santo no sé, pero para el amor, valiente hay que ser un rato. Hay que atreverse con todo. Porque el enamoramiento se acaba. La pasión se acaba. La novedad se acaba. Y ahí se queda el amor. Y así solo sin envoltorio ni lazos, pues a los cobardes se les hace complicado asumirlo.

Y es que el amor es para los valientes. Donde los anglosajones dicen I love you, nosotros decimos te quiero, que en realidad es I want you. Y una cosa es querer de want y otra es amar de love. Querer es facilísimo, señores. Yo quiero ser invisible, tú quieres una moto, él quiere ser rico, nosotros queremos vacaciones en febrero, vosotros queréis una novia cañona y ellas quieren un marido rico.



Pero ya lo de amar es otro cantar. Que para amar hay que ponerle algo que por aquí ya no está nada de moda: esfuerzo. Y el esfuerzo cuesta. Cuesta un montón. Y encima sólo te das cuenta cuando estás en ello. Doscientas calorías no son nada, ¿a qué no? Pues luego te subes a la cinta, te pones a correr y cuando llevas consumidas 116, doscientas te parecen una vida. Una puñetera odisea. Te hace replantearte tu desayuno. Tu merienda y esa maldita palmera de chocolate que se te antojó el martes. El esfuerzo se mide esforzándote. La buena noticia es que lo que hoy cuesta, mañana se normaliza. La repetición lo convierte en algo habitual.
Y ahí es donde se mide la valentía, señores, en nuestros hábitos. En nuestras actitudes. Para el amor hay que tener actitud de valiente. Porque salir por ahí, tomarse unas copas, cruzar unas frases y sentir que cupido, San Valentín, San Antonio bendito y la Corte Celestial os han puesto en el camino para el amor eterno es un peculiar comienzo. Que puede ser muy bueno, sí. Pero que hay que darle un poco de cuerda. Y otro poco de cordura.

Si el amor de tu vida tiene que, como su nombre indica, estar ahí toda tu vida más te vale tomarlo con calma y no empezar con los ya-nos demasiado pronto o lo convertirás en el amor 2014-2016 o en el amor de diciembre-abril o en el amor del verano’08 o en el del sábado pasado. Que más que un amor, parece una cinta de casette grabada a trozos de los 40. Hay que ser un valiente para el amor. De hecho, es el doble: hay que ser dos valientes para el amor.

sábado, 8 de febrero de 2014

Y que sin ilusiones, no existen razones por las que llegar a la meta.

¿Nunca has tenido esa sensación de tocar el cielo con tus propias manos? La de estar lo suficientemente segura para comerte el mundo, con o sin ganas. La de correr dejando caer atrás la de metas ya alcanzadas, la de sueños ya conseguidos y la de deseos ya cumplidos. La misma sensación de sonreír por no encontrar motivos, o la de llorar por la misma cuestión anterior. Cuando presientes que está al caer una nueva etapa, que se aproxima lo bueno, y que ahora lo que toca es ser feliz. Pues yo también me he sentido así, capaz de demostrarle al mundo que si quieres...puedes. Que sin metas, no hay propósitos. Que sin propósitos, no hay ilusiones.

Smile.


Puedes sentirte sola y estar entre un millón de personas, puedes gritar y que nadie te oiga, o preguntar y que nadie te conteste, puedes querer y no tener, luchar y no conseguir, pelear y no ganar, dar y no recibir... Pero, ¿sabes qué? Habrá otros momentos en los que verdaderamente estés sola y te sientas rodeada de mil personas que te quieren. Sin decir nada, siempre habrá alguien que sabe que las cosas no van bien. Sin preguntar, te dirán lo que necesites oir, conseguirás cosas sin luchar, sobre todo aquellas que no quieras pero ganarás batallas sin dejarte la piel en el camino. Y después de todo esto, alguien te enseñará que el único truco es sonreír y seguir adelante pase lo que pase.

Rendirse no es una opción.

 
'No importa que dos personas no estén juntas aún, si están destinadas a estarlo, siempre encontrarán la manera de regresar. No es necesario decir que por ti respiro, que me dan 3 leches si no les gusta la forma en que nos queremos. Nunca te fíes del todo de los "para siempre", quien sabe si mañana no hay otro amanecer con él. Nunca jures, y promete solo aquello que pienses que eres capaz de cumplir. Cada vez que algo te salga mal, no dejes de intentarlo una y otra vez. Y haz como yo, demuéstrale al mundo que va a tener que ponerse bastante más hijo de puta si quiere ver como te rindes.'
 

Nunca tuvimos un término medio.

Nos queríamos a morir o matábamos por querernos. Me hiciste cruzar la línea que un día tu mismo pintaste, me hiciste saltarme semáforos en rojo sabiendo las consecuencias. Sin embargo yo puedo ser los viernes por la noche, y tu los domingos por la mañana. Puedo ser la Barbie y tu el Ken, yo Blair y tu chuck, yo Jasmin y tú Aladín, yo Julieta y tú Romeo. Puedo quererte los días pares y tú a mí los impares, yo seré quién ponga las normas y tú quien se las salte. Yo puedo ser lo que tu quieras, tu ya eres lo que quise yo.

Hazlo hasta el final.


Aquí no valen las típicas frases de ''Lo intentaré'', no. Aquí solo vale que lo hagas, que demuestres que quieres conseguirlo. Antes de nada, piensa en por qué lo estás haciendo, y si de verdad quieres hacerlo, asume que lo vas a pasar mal, y que vendrán momentos de tormentas en los que llegarás a pensar que no puedes, en los que se te caiga el mundo encima. Pero, te aseguro que después de eso, verás el sol, y te darás cuenta de que ''Si no pasas por el momento malo, el bueno no vendrá''. Y después de ver el sol, decidirás seguir luchando con el arco iris de tu mano, y entonces vendrá a tu mente aquella frase: ''O lo haces, o no lo haces, pero si lo haces, hazlo hasta el final."

Solo te daré un consejo:

No intento asustarte, solo te aviso de que ya me conozco el cuento de caperucita y el lobo. No quiero que me des todo, porque nunca he sido capaz de darlo, pero no te hagas ilusiones porque solo llegarás a estar entre mi cuarta o quinta prioridad o incluso tal vez ni llegues a estar en la lista, pero sabré como hacerte feliz y te haré sonreír cada día, eso se me da bastante bien. Han pasado por aquí algunos antes que tú y si algo he aprendido es que de primeras no serás mi excepción, siento si te estoy metiendo en el saco, pero lo de los príncipes azules se me olvidó hace varios años. No estoy siendo pesimista, haré todo lo que esté en mi mano para que salga bien, solo soy realista. Me considero sincera, y quiero que tú también lo seas conmigo. Solo te daré un consejo: ''No intentes ganarme, si lo que quieres es conseguirme"

Tiempo al tiempo.

'Y es que solo es el tiempo el que nos enseña que trenes fueron mejor coger y cuales fueron mejor dejarlos pasar. Es el tiempo el que nos pone en nuestro lugar, y nos da todo lo que nos merecemos, tanto las cosas buenas como las malas. Es el tiempo el único que tiene derecho a juzgarnos, porque dejándolo pasar nos dirá si hicimos bien en actuar sin pensar, o si deberíamos de haber pensado más. Es el tiempo el que más sabe de todo esto, el que a veces odiaremos por ir demasiado rápido y otras por pasar demasiado despacio. Es el tiempo el que nos dirá de qué manera es mejor vivir, nos dirá lo que nos conviene callar y lo que debemos gritar. Es en el tiempo, en el único que tenemos esperanza de recuperar lo que un día dejamos ir, es el único que nos puede volver a dar otra oportunidad de coger algún tren que no cogimos por miedo.'
 

Recuerdos.

A todo el mundo le gusta escuchar buenas noticias, a todos nos gusta imaginar un futuro perfecto, a todos alguna vez nos hubiera gustado desaparecer para que los problemas se solucionaran solos, todas las personas tenemos la necesidad de querer y ser queridos, todo el mundo sabe sonreír y contagiarse de otras sonrisas, todos estamos destinados a pasar por malos ratos para valorar los buenos, todos vivimos en la escuela de la vida y no dejaremos de aprender cosas nuevas hasta que nos vayamos de aquí, todos nos equivocamos, todos aprendemos, y todos no entendemos el valor de los momentos hasta que se han convertido en recuerdos.

Por muy alta que sea la montaña,siempre hay un camino hacia la cima.

 Siempre va a haber otra montaña esperándote para escalarla, siempre vas a querer subirla. Puede ser una batalla difícil, vas a tener que perder y otras veces te va a tocar saborear lo que es ganar, pero no se trata de la rapidez con que vas a llegar ni de lo que te está esperando al otro lado, ES LA SUBIDA.
La subida, la sensación de que estás llegando a donde querías,  el sentimiento de que lo vas a conseguir, eso es lo que nos hace felices. A veces cuando conseguimos la meta, llegamos a desilusionarnos porque durante el camino nuestras expectativas eran mayores, por eso realmente, nos pasaremos la vida escalando esperando obtener al menos una pizca de esa felicidad por la que estamos luchando.