Vi una película en la que el chico llevaba a la chica a
la terraza que hay en lo alto del Empire
State y le decía que mirara por uno de esos enormes prismáticos
porque a través de ellos podría ver el futuro. Al asomarse, ella veía un anillo
estratégicamente colocado delante de una perfecta estampa de Nueva York. Un
romántico, sí. Creo que era Tom
Cruise.
No vayan a creer que es necesario Tom Cruise o el Empire
State para darse al romanticismo.
Si nos ponemos ultras, nos quedamos sin amantes. Tampoco es eso, oigan. No hace
falta ir por ahí dejando anillos de compromiso. Ni rondando por los balcones.
Una vez me hablaron de un chico que montó una ruta por todos los lugares clave de su
relación para que ella fuera encontrando notitas que la condujeran hasta él, o
hasta el anillo, o hasta él con el anillo. De esa parte final no me acuerdo
bien, pero vamos que la mantuvo de ruta. Y es bonito. Sí, vale. Pero vaya, no
es imprescindible.
Tampoco hace falta irse de paseo por las nubes. Sólo
hace falta ponerle valor. En contra de lo que los cobardes venden, el amor no
es para los moñas,
ni para los blanditos,
ni para los tontos. El
amor es para los valientes. Tampoco es para los santos. No hay que ser el más
bueno. Ni si quiera el mejor. Sólo hay que tener coraje. Porque, señores, el
amor cuesta. Cuesta
arriba y cuesta abajo. Cuesta un ratazo. Cuesta tanto que a
veces da ganas de romper cosas. O de matar. Madre mía, algunos días cuesta más
que enfrentarse a un ejército de lunes por la mañana. A todos nos ha costado
una noche en vela. O siete. O setenta. A veces te cuesta medio sueldo.
Literalmente. A veces, el sueldo entero. A mucha gente le cuesta una hipoteca.
Y hasta las vacaciones.
Y, sobre todo, lo que más cuesta es ponerlo por encima de
todas las cosas. Porque, señores, es que todas
las cosas son muchas cosas. Desde la temible rutina, hasta la
seductora tentación, pasando por el aburrimiento,
las emociones fuertes, la maleable voluntad, las amistades etílicas,
hasta los descansos, los secretos
compartidos, los por-una-vez
y los nosotros-ya-no.
¿Ya no qué? Ya
no vais por la calle de la mano. Ya no hay flores porque sí. Ni beso de buenos
días. Ni de buenas noches. Ni cine los jueves. Ya no cierras la puerta del baño.
Ni te arreglas para dar una vuelta. Ya no la esperas en su portal. Ni apareces
por casualidad. Ya no inviertes más tiempo en ir y volver que en estar. Porque
ya no merece la pena. Ni apetece demasiado. Ya no compartes paraguas. Porque ya no es
práctico. Ya no hay tiempo para tonterías. Ya no perdemos el tiempo. Porque ya
no hay tiempo que perder. Seamos serios, por favor. Ya no te cae un piropo ni
por error. Y un, dos,
tres, ofenda otra vez. El que la hace, la paga. Ley del
talión. Y te das al ojo
por ojo. No vayas a quedar por debajo, así de gratis. Y luego,
se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Igual lo has matado también tú un
poco. Y no estoy hablando de hacer corazones en San Valentín. Hablo de pequeños
gestos que marcan la diferencia, y lo sabes…
Me hace mucha gracia esa doble tendencia que despierta
San Valentín en la gente. Están los que se entregan al algodón de azúcar. Todo
a su alrededor empalaga. Todo es muy rosa, muy de corazones, muy de amor, muy
de tequieros
y siempretequerrés. Y luego hay otra
corriente de los odiadores profesionales. Odian San Valentín. Odian el amor.
Odian los corazones. Odian a la gente enamorada. Hacen apología de su antisanvalentinismo
y dejan claro por todos los rincones el ascazo
que les da el amor y todos sus derivados. La alergia que les produce ver
corazones, besos y campanitas. Lo mal que les parece que se celebre semejante
día, onomástica de un santo mártir, de cuyo martirio, miren ustedes por dónde,
se alegran.
Y es que el amor es para los valientes. Donde los anglosajones dicen I love you, nosotros decimos te quiero, que en realidad es I want you. Y una cosa es querer de
Y ahí es donde se mide la valentía, señores, en nuestros hábitos. En nuestras actitudes. Para el amor hay que tener actitud de valiente. Porque salir por ahí, tomarse unas copas, cruzar unas frases y sentir que cupido, San Valentín, San Antonio bendito y la Corte Celestial os han puesto en el camino para el amor eterno es un peculiar comienzo. Que puede ser muy bueno, sí. Pero que hay que darle un poco de cuerda. Y otro poco de cordura.
Si el amor de tu vida tiene que, como su nombre indica, estar ahí toda tu vida más te vale tomarlo con calma y no empezar con los ya-nos demasiado pronto o lo convertirás en el amor 2014-2016 o en el amor de diciembre-abril o en el amor del verano’08 o en el del sábado pasado. Que más que un amor, parece una cinta de casette grabada a trozos de los 40. Hay que ser un valiente para el amor. De hecho, es el doble: hay que ser dos valientes para el amor.